viernes, 5 de abril de 2013

Tener buen gusto es un privilegio. Tener un gusto exquisito es privilegio de pocos.

Algunos nacen con buen gusto, algunos aprenden a lo largo de su vida. No importan nuestros orígenes  para desarrollar un exquisito gusto. Esa teoría esta  demostrado por los mejores artistas, modistas, artesanos, cocineros de todos los siglos.
Un buen ejemplo es el gran maître François Vatel. Vatel nació en 1631, hijo de un humilde tachador. Desde muy joven decide no seguir los pasos profesionales de su progenitor, optando por entrar como aprendiz en la casa del repostero Jahan Heverard, durante siete años.

Al servicio de Fouquet
En 1653, a la edad de veintidós años, es contratado como pinche de cocina en el palacio de Vaux-le-Vicomte por el marques Nicolas Fouquet. Activo y dotado para la organización, Vatel es rápidamente nombrado "maestro de ceremonias" de Fouquet.
En 1661, Fouquet invita al rey Luis XIV junto a la reina madre Ana de Austria y toda la corte, para celebrar la inauguración de Vaux-le-Vicomte. Vatel, como maestro de ceremonias organiza una grandiosa y suntuosa fiesta, seguida de una cena de ochenta platos, treinta mesas de buffet y cinco servicios de faisanes, codornices y perdices... todo servido en una vajilla de oro macizo creada expresamente para la familia real junto a otra de plata para el resto de la corte. Cerca de ochenta y cuatro violines interpretaron obras de Jean-Baptiste-Lully, compositor favorito del rey, entre las cuales se escenificó Les Fâcheux, una comedia-ballet.
Al servicio del Gran Condé
Después del arresto de Fouquet, en1663, Vatel fue nombrado "contrôleur général de la Bouche" del Gran Condé, es decir, es el encargado de la organización, de las compras, del abastecimiento y de todo aquello que corresponde a "la boca" de palacio.
François Vatel se suicidio atravesándose una espada antes del gran cena al honor de Luis XIV. El poco tiempo, su carácter perfeccionista, la tardanza del pescado y otras desgracias le llevaron a la desesperación.  

En la gastronomía 


Aunque haya pasado a la posterioridad por ser el creador de la crema Chantilly, el ingenio de Vatel como maître es indiscutible en la historia de la gastronomía francesa. A lo largo de los veinte años siguientes, Vatel sentó las bases de un protocolo gastronómico que estuviese a la altura de tan refinado arte culinario.  Vatel fue ante todo un maestro de ceremonias innovador en el arte de agasajar. 

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